Don Osvaldo Pugliese – El maestro del tango argentino
Hoy tenemos una entrevista con Osvaldo Pugliese. Cuando lo conocí y lo entrevisté en Holanda en 1993, el gran Maestro tenía ya 88 años. Fue el primer director artístico del Departamento de Tango del Conservatorio de Rotterdam.
Cuando vino a Rotterdam para la inauguración, tuve el honor de acompañarle e interpretar para él. Lamentablemente, yo no hablaba muy bien el castellano en aquel momento y Pugliese ya estaba un poco sordo. Así que su esposa Lydia repitió mis preguntas.
Pugliese me llamó “Helenita de oro”, algo que me llenó de orgullo. Su gran calma y su aura me impresionaron y me acompañan desde entonces, incluso tras su triste fallecimiento, 2 años después.
Además de hacer música, Pugliese amaba mucho dos cosas: contar chistes y el dulce de leche, un dulce argentino que él comía a cucharadas.
Durante nuestra charla, Pugliese se atragantó con una rodaja de mandarina, que se le atascó en el esófago y no quiso moverse más.
Él fue el único que mantuvo la calma mientras todos a su alrededor entraban en pánico. Yo salí corriendo a comprar polvo para estornudar. Afortunadamente, a mi vuelta a la habitación del hotel poco después, la situación se había solucionada y el trozo de mandarina estaba ya tranquilamente en su estómago.
Escuchemos ahora las palabras del gran Maestro Osvaldo Pugliese.
Parte de la entrevista con Osvaldo Pugliese:
“El tango como la vida, como las plantas, como el universo tiene que transformarse por obra de los nuevos valores y los nuevos talentos que van apareciendo. Así fue; es, el tango, desde que nació hasta el presente y seguirá de aquí hasta más adelante, de la misma manera, históricamente así“.
“Bueno, en verdad actualmente podemos decir que, por ejemplo, a principios de siglo; en la época donde fue el tango a Paris por medio de Villoldo, los esposos Gobbi y Alfredo, que lo han introducido; después Bachicha, Bianco, el tango ha entrado en Paris, cosa que en Paris lo admitían y en Buenos Aires lo renegaban. Lo renegaban algunas clases sociales que no querían saber absolutamente nada de música popular, criolla, porteña como lo era el tango. Por eso el tango se difundió mucho en los barrios, en los conventillos y en los prostíbulos a principio de siglo. Pero después tuvieron que persignarse y decir bueno, ¡eh! el pueblo lo manda y tenemos que aceptarlo“.
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Nació el 2 de diciembre de 1905 en el barrio porteño de Villa Crespo, en el seno de una familia de músicos. Su padre, Adolfo Pugliese, tocaba la flauta en los conjuntos de barrio, esencialmente en cuartetos. Dos de sus hermanos mayores, Vicente Salvador y Alberto Roque, también eran músicos.
Adolfo, su padre, lo ayudó a hacer sus primeros “palotes” en la música, le compró un violín con el que fue enviado al Conservatorio Odeón del barrio de Villa Crespo. Pero en este lugar encontró el instrumento que sería parte de su vida y el que lo destacaría por encima de muchos: el piano.
Estudió con grandes maestros como Vicente Scaramuzza y Pedro Rubione, con los cuales se convirtió en un extraordinario pianista.
A los quince años ya integraba un trío junto al bandoneonista Domingo Faillac y el violinista Alfredo Ferrito, con los que debutó ante el público en un bar de barrio llamado Café de la Chancha, nombre que le otorgaran los parroquianos en alusión a la poca higiene de su dueño y del lugar.
Tiempo después pudo llegar a la Gran Ciudad, Buenos Aires, donde debutó integrando un conjunto que tenía, como particularidad, a la primera mujer bandoneonista del país: Francisca Cruz Bernardo, más conocida como “Paquita”, “La Flor de Villa Crespo”, directora de aquella orquesta típica, quien aceptó su alejamiento en aras de un mejor porvenir económico.
Más tarde, y ya con mucha más experiencia y soltura, formó parte del cuarteto de Enrique Pollet (1924), y luego de la orquesta de otro famoso de su tiempo, Roberto Firpo. Ya en 1926, era el pianista de la orquesta del gran bandoneonista Pedro Maffia, continuado con su ascenso en el mundo del tango y tomando cada día más y más prestigio.
Pero el sueño de Osvaldo Pugliese era tener su propia orquesta. Fue así que se desvinculó de la de Pedro Maffia, en 1929, junto con el violinista Elvino Vardaro para formar su propio conjunto. Ambos tocaron por primera vez en el café Nacional con gran repercusión, lo que los empujó a hacer una gira por todo el país. Sin embargo, la gira fue un fracaso económico y debieron empeñar parte de sus instrumentos para conseguir los pasajes de regreso a su ciudad. A su retorno integró la orquesta de Alfredo Gobbi y más tarde acompañó a Daniel Héctor Álvarez, Roberto Firpo y Miguel Caló.